Aquí empecé a desnudar mis sueños, y descubrí que con ellos, la realidad es mucho más soportable.
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lunes, 22 de febrero de 2010

El Empacho de Cupido


El Empacho de Cupido

 
I

Era un poco más allá de la tarde.
Caminaba entre el rumor de voces, de gente sin rostro.
A mi paso encontraba, estatuas vivientes esperando una moneda, inmóviles.
Chicas rumanas sordomudas, hablando de sus cosas,
esquivaba mascotas,todo me parecía espeso y torpe.
El aire era pesado.
El aire estaba estancado.

No sé como llegué hasta aquél bar.
Sé que entré para comprar tabaco.
Una hilera de lámparas globo colgaba sobre la barra,
los taburetes eran rojos y giratorios.
La música de la maquina tragaperras acompañaba mis pasos,mientras cruzaba el local.


Entonces, le vi.

 
II


Estaba de pie y de perfil, era alto y delgado.
Alimentaba aquél escaparate parlante.-¡¨Avance¨!
Llevaba una camiseta gris y unos vaqueros desgastados que le sentaban muy bien.
Tenía el pelo negro, lo llevaba medio largo y algo revuelto,
como si le hubiese peinado a ráfagas, el viento.
Me sorprendo imaginando, cómo sería hundir los dedos,
entre tal oleaje de cabellera azabache …
Dejo de hacerlo, al oír una voz femenina y sugerente.
- ¨ Su tabaco, gracias ¨.

 
Recogí mi tabaco.
El intenso aroma a café recién hecho fue muy persuasivo, y decidí quedarme.
Me senté en la barra, dejando a mi lado una mesa vacía con dos sillas.


Frente a mí, la maquina comenzó a escupir monedas.
-¡¨PREMIO¨!
Las frutas y las luces de colores pestañeaban como locas.

El chico se acercó a la barra, para dejar sus monedas,
pequeños montoncitos idénticos.
Fue cuando algo, me llamó la atención.
Sólo tenía un brazo.
Aunque valía por dos, en destreza y fibra.

Me mira.
 Tiene una mirada caramelo,
franca y descarada…pero cómplice,
como si me guardara, algún secreto.
No sonríe, y me resulta risueño, sinembargo.
Enseguida giré la cabeza hacía la puerta de cristal de la entrada.

Entonces, la vi.


III

 Entra con desgana.
Lleva un vestido sin mangas,y escote redondo,
 rosa palo, de seda usada que deja entrever las formas,
de esos que se ciñen al cuerpo, pero apenas lo tocan.
Se acerca con paso lánguido, Lleva una pequeña maleta,
que pide a gritos jubilarse.
Es mínima, manejable.
Calza zapatillas chinas de lona negra.
El pelo mal recogido, intenso como el café,
 algunos mechones caen suaves,sobre unos ojos enormes,que hablan de un mar tempestuoso, entre el gris y el negro,los enmarcan pegotes de rimel,parecidos a los tachones de un cuaderno de primaria.
Sobre su palidez, su boca podría ser cereza, o amapola sangrante.
Se sienta en la mesa vacía con dos sillas.


IV

Nada más verla, el chico se tocó el hombro…
Recordando bruscamente el brazo perdido.
El camarero le dio el premio en billetes.
Los guardó en un bolsillo.
Acto seguido, llega hasta la chica.
La invita a un batido de fresa. Ella, lo prefiere de pistacho.

-¿Por qué de pistacho?


-Porque me gusta el sonido de esa palabra. Sonríe.


-¿Acabas de llegar, o te vas?


-Acabo de llegar y me voy.

-¿Y a dónde quieres llegar?


-En realidad, sólo quería salir de donde estaba.

Le habla de su sueño, sin ningún pudor.
De una isla, su isla secreta.
Un pequeño reducto de tierra, lejos de todo, rodeado de cocoteros.De cenar con la luna encendida, descalza tocando la arena. Quiere dormir sobre el mar, en una cabaña de suelo transparente,para ver los peces de colores y arrecifes de coral.Pintar el viento entre las palmeras,bañarse cada día en el agua marina y sentir el masaje de las olas.

No se conocen, pero nadie lo diría.


 Ocurrió.


Él, sonrió.
Con una forma perfectamente encantadora de sonreír.
También sonreía su mirada.
Ella, deja dulcemente su mano sobre el brazo.


-¿Y tú, desde cuándo has vuelto a sonreír?

-Hace cero segundos.


Lo supe.
A partir de ese momento,
supe que ella se conformaría,con bañarse en su mirada.




Los miro.
Me gusta la forma que le dan al vacío.
Los puedo ver envueltos en un resplandor,
y me regocijo de saber, que nadie más lo ve.


V

Yo permanecía ahí, respirando.
Pequeñamente sola, en mi pequeñez…
Pocas veces mi soledad había estado tán bien acompañada.
Pronto empecé a sentirme como una invitada molesta.
Me marché.

 
Al cruzar la puerta de cristal y salir,
todo seguía igual, con su vaivén humeante.
El estrépito de la ciudad.
Pero se respiraba un aire dulzón.
Se masticaba el aire de las flores cuando mueren de calor.


Todo me parecía precioso.

Precioso, sí.
¿.. Pasa algo...?

E.

(Reedición)

viernes, 12 de febrero de 2010

Disfraz para una mascarade





MASCARADE

Lazos de frivolidad enjaretada,
el cabello recogido en una nube,
labios de uva granate a punto de reventar,
y un falso lunar pegado en su mejilla.

Con esa apariencia libertina,
no se siente disfrazada.

Había salido de su cajita de música,
pero seguía girando entre los espejos del salón.

Se oye el descorchar de una botella.
¡La chistera de Don Perignon salta por los aires!

Las burbujas etílicas La envuelven.
Brilla.
Más, que las lentejuelas de su antifaz.


Al otro lado,
 Con una capa sobre los hombros,
bajo el sombrero negro,

él, observa.

Se dirige hacia los jardines,
 y la deja atrás.
Al cruzarse se descifran mensajes,
en miradas enmascaradas.

Sin girar la cabeza, le sigue con los ojos .
Saborea el último sorbo de champán,
pero le grita el olor de la rosaleda,
y sale a su encuentro.

Está sola.

.

Cruza el jardín hasta el silencio...



Por la espalda,
Unos brazos rodean su cintura,
con fuerza.

Rápido,
suspiros empañan su nuca desnuda.
Acariciada,
 mordisqueada,
 no tiene escapatoria.

Ella quiere decir algo,
pero los besos le tapan la boca.

Diálogos de la piel con la piel,
se pierden con la vertiginosa destreza de un trabalenguas,
recorriendo laberintos que llevan a un pasadizo secreto.


Tumbado entre rosas,
Una gota de sudor  cae de su frente.
Mira hacia arriba...

Un filo brillante resplandece,
 fino como un cabello.
Observa como el metal le hace un guiño.
En un segundo,
Como una tromba de aire,
se funde el negro absoluto...

Y pierde la cabeza,
Como María Antonieta.


Antes de irse, le cubre con la capa, hasta el cuello,
y le quita el sombrero.
Se queda mirándole,
arquea las cejas,
se muerde el labio de uva granate
a punto de reventar,
Entonces,
 le deja su falso lunar, pegado en la frente.


El baile continúa,
 y ella no se lo quiere perder.
Suena ¨Black Dog¨ de Led Zeppelin.

E.

Escrito en Noviembre de 2009
(Reédición modificada)